Siempre el
agua nos queda del otro lado
Por Valeria Arévalos
Inspirada en la novela Redoble por Rancas del escritor peruano
Manuel Scorza, Las guerras invisibles
de Julieta Grinspan nos presenta a un pueblo que de la noche a la mañana se vio
cercado y privado del acceso a la fuente de agua. Como esas luchas que se
sienten lejanas pero que están más cerca de lo que parece, como esa avanzada
constante del poder y el dinero por sobre la dignidad humana.
Para contar esta historia, la dramaturga
y directora elige (no podía ser de otra manera) la estética brechtiana que tan
bien maneja. De este modo, por ejemplo, a través de canciones, textos
proyectados en la pared y el relato en voces de las actrices y del narrador, logra
ese distanciamiento necesario para alejarnos del devenir poético y sumirnos en
la reflexión. La presencia de una cajita de fósforos en el público refuerza el
mensaje que parece querer gritar: “¡en frente nuestro hay gente sufriendo!
salgamos a quemar todo”.
Capítulo aparte merece el dispositivo
escénico apoyado en un carrito lleno de “ninguneses” que recrea un sinfín de
imágenes y ambientes. En el arte de crear espacios, la Compañía El Nudo es
experta. Ese carro, que circula con banquitos, veletas y paraguas, lleva a
cuesta mucho más que una vida en objetos, arrastra el peso del pasado, la impotencia
del hoy y la inminencia de un no-futuro. El constante movimiento de ese carro
acompaña el de las actrices que no se detienen a mirar el desastre
impávidas y con brazos cruzados, sino que, muy por el contrario, avanzan hacia
una lucha desesperanzada pero inevitable.
Ficha técnico
artística
Bella obra,que nos hace reflexionar!!!
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