No hay nada más
prolijo que devorarse a los propios hijos.
Sobre Tiestes y
Atreo de Emilio García Webhi
Por Valeria Arévalos
Una escena post apocalíptica desplegada
en todo su esplendor: autos destruidos y abandonados, paredes sucias cubiertas
de moho, oscuridad y despojos. Ante ese paisaje un ser, mezcla de coro, demonio
y malos presagios, se encarga de declamar la tragedia. Un grupo de niñas vestidas
de azafata se presentan empoderadas ante una historia escrita y protagonizada
por adultos. Se organizan, diseñan estrategias, si repiten una y otra vez malas
palabras…estas perderán su poder. Si se paran en el lugar del victimario, la historia
dejará de pasarlas por encima… o quizás no.
Webhi divide la narración en dos
actos: Escila y Caribdis, entre la espada y la pared, entre dos peligros imposibles
de sortear, alejarse de uno nos llevaría al brazo del otro. La tesis de la obra
es clara: la historia la escriben los adultos, la infancia es tachada,
consumida, devorada, anulada. En Escila este planteo se plasma de manera eficaz
enfrentando a las niñas-azafatas con una legión de monstruos para luego, tomar
las riendas del poder y someter a un interminable ejército de payasos en una
suerte de eterno retorno a un campo de concentración. En clara referencia a la
religión, “Dejad que vengan a mí” es la leyenda que corona la entrada de ese
campo, lxs espectadorxs podemos leerla y eso nos ubica inmediatamente afuera, somos
libres. También lo son los payasos siniestros que pasan por ese portal para ir
quien sabe dónde. Lo que sí sabemos es que el miedo impuesto a la infancia es
el miedo equivocado. Temerle a seres inexistentes no las salvará de la tragedia
final.
Caribdis retoma la obra de Séneca
en torno a una gran mesa, símbolo de encuentro familiar, de comilonas entre
hermanxs, de hogar. En este caso, no, nada de eso. La tragedia propiamente
dicha sucederá aquí, en una representación bacanal del canibalismo ignorante. El
mundo de los mayores devorando una y otra vez a las nuevas generaciones. No es
extraño que el horror se repita cuando los mecanismos siguen siendo los mismos.
La falta de una palabra que defina lo irrepresentable, la
pérdida de un hijo, dialoga con la dificultad de representar la muerte en
escena. Aquello que no podemos imaginar por demasiado terrible, rompe las reglas
del decoro y nos lleva a mirar hacia un costado. Acá las hijas serán carne, sus
textos desde el más allá llegarán demasiado tarde, nada cambiará.
Ficha técnico
artística
Actúan: Maricel Alvarez, Florencia Bergallo, Analía Couceyro, Carla Crespo, Erica D'Alessandro, Veronica Gerez, Cintia Hernández, Mercedes Queijeiro, Jazmin Salazar, Mía Savignano, Lola Seglin, Lucía Tomas
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