Des(a)nudar la escena. Sobre “La Wagner” de Pablo Rotemberg.
por Carolina Rodriguero
“La música es una mujer. La naturaleza de la mujer es el amor, pero este amor es receptivo
y se entrega incondicionalmente en la percepción”. Richard Wagner.
Las vemos a ellas, estas cuatro mujeres, de potencia e intensidad llamativas, las vemos en
su desnudez, en su accionar y despliegue por la escena, la violencia de los cuerpos, la
danza de la carne. Sin la idea de castidad encarnada en ellas pero quizás sí insinuada en las
sillas que les sirven de apoyo tapizadas de castos cinturones de cuero en un espacio
también despojado. La desnudez se acerca al público en sus caminatas y lo enfrenta
directamente, ojos que miran a los espectadores, cuerpos que se muestran ante ellos sin
tapujos, ¿dónde se aloja el tabú? ¿En el cuerpo mismo o en el ojo de quien observa, de
quien juzga?
La contradicción dada por el choque de cuerpos que parecen repelerse en el golpe, está
insinuada también en la desnudez interrumpida por vendas que cubren las articulaciones
y zapatillas en los pies. El propio Wagner era manifiestamente contradictorio y por ello ha
sido elegido por Pablo Rotemberg para que su música haga vibrar a estas mujeres,
bailarinas virtuosas, de miradas errantes entre gritos y jadeos.
Hay más Wagner ahí que sólo su música, la idea de ciclo insinuada también en estas
mujeres que nos muestran sus órganos dadores de vida, son agua de útero-germen. Dijo
Wagner que la música es una mujer, o cuatro dirá Pablo Rotemberg, vemos mujeres que
avanzan despojadas hacia el público, vemos mujeres mirarnos sentadas de frente
observándonos, hipnotizándonos mutuamente, las vemos a estas mujeres golpearse la
piel una y otra vez, el leitmotiv en el golpe y en el movimiento, ambos repetitivos, como
repetitivas son sus caminatas y las vemos al final acercarse nuevamente para saludarnos
velada ya la desnudez después de que antes del apagón, nos llegaran sin las vendas ni las
zapatillas. En toda su desnudez, el cuerpo como obra de arte total, versión de una
representación de la naturaleza humana como buscaba Wagner en su obra, por lo cual
resulta que su condición de mujeres y de cuerpos desnudos se ve excedida por el
acontecimiento en sí, olvidándonos del constructo social del vestido y del que se ha hecho
también acerca de la desnudez: lo natural/lo social, la intimidad, lo sublime/lo degradado,
ideas en pugna con las que se juega para hacerlas chocar como más cuerpos en escena, la
intensidad puesta a disposición para generar el movimiento y la pregunta. El fluido
musical continuo de la obra wagneriana cuya unidad está dada por el leitmotiv, lleva a ese
fluir agresivo de los cuerpos, que caen y se levantan, que se golpean el pecho para generar
la fuerza que les permita inmolarse. En la escena la música y la danza están escritas con
signos de admiración, como concebía Wagner que debía ser escrita la obra de arte total,
composición que pretendía conjugar la poesía, la música, la danza, el teatro como los
conjugan estos artistas de “La Wagner”. Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza y
Carla Rímola son las bailarinas, estas mujeres que no son solas, autosuficientes en sus
instintos y desplazamientos.
La iluminación en esa sala del Espacio Callejón de paredes de ásperos ladrillos de piedra
expuesta hace que sus sombras se delineen allí, se plasmen como las figuras dibujadas en
una caverna platónica que explican a través del mito ideas acerca de la existencia y la
duda. La voz al micrófono y por fuera de él, aparece para gritar y para señalar como
separadores los cambios de la música, para tararearnos una canción y en la intensa
respiración que arroja guturales sonidos cada tanto.
La violencia, la femineidad, la pornografía, el erotismo, el sexo y el abuso, el cuerpo
humano, instaurados como temas polémicos a repensar a partir de unos cuerpos
desnudos que nos interpelan, que volvemos a definir incesantemente configurándolos a
través del lenguaje, ¿qué ideas depositaremos en esos sesenta minutos sobre esos
cuerpos en trance, que desaparecen de la escena profundamente conmocionados como
nos vamos nosotros, espectadores, en nuestros cuerpos? Cuerpos que son políticos que
evidencian el conflicto, aquí se juega una vez más la contradicción como lo sintetiza el
coreógrafo en estas palabras: “la música de Wagner tiene que ver con algo que me
obsesiona desde siempre, porque hace referencia al judaísmo y al nazismo, un cruce que
me espanta y a la vez me fascina”. Así como también está dada la disonancia en el efecto
musical perturbador que, por su intensidad sonora, se acerca al recital de rock.
Se pregunta Rotemberg: "¿Qué pasa cuando la violencia física, la sexual y la ajenidad del
otro son vinculadas a este música demoníaca de Richard Wagner?" Todos los sábados las
21 hs se vuelve a formular el interrogante para que juntos, espectadores y artistas,
aventuren respuestas al aire.
Ficha técnico-artística
Dramaturgia: Pablo Rotemberg
Intérpretes: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola
Iluminación: Fernando Berreta
Objetos: Mauro Bernardini
Diseño de espacio: Mauro Bernardini
Edición musical: Jorge Grela
Video: Federico Lastra, Francisco Marise,
Banda de sonido: Jorge Grela, Phill Niblock, Pablo Rotemberg, Armando Trovajoli, Richard
Wagner
Sonido: Guillermo Juhasz
Fotografía: Paola Evelina Gallarato, Juan Antonio Papagni Meca, Hernán Paulos
Diseño gráfico: Guillermo Madoz
Asistencia de iluminación: Facundo David, Héctor Zanollo
Asistencia de dirección: Lucía Llopis
Prensa: Marisol Cambre
Producción: Emilia Petrakis
Colaboración artística: Martín Churba
Coreografía: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola, Pablo
Rotemberg
Dirección: Pablo Rotemberg