lunes, 15 de agosto de 2016

Bailar con los ojos cerrados y que, afuera, todo arda.
Por Valeria Arévalos

Expectantes, como mensajeras del ayer, tres hermanas contemplan nostálgicas a aquellas que serán. Si pudieran advertirse, atravesando el tiempo, todo aquello que las lastimaría y las convertiría en quienes son hoy, lo harían. Pero eso, ¿cambiaría algo? La historia se escribe una y otra vez, el mundo gira y afuera todo arde. El guardar las apariencias para algunos es fundamental, dejando lo importante bajo el colchón, escondido y silenciado. Pequeños secretos de pequeños círculos que se encierran sobre sí, asfixiando una realidad mayor que quema con un fuego tan inmenso que resulta imposible no querer apagar. Pero para enfrentar las llamas hace falta desnudarse, quitarse no sólo la ropa sino las caretas y orejeras. Precio que no todos están dispuestos a pagar.



En esta relectura de Tres hermanas de Chejov, Marcelo Savignone aprovecha para resaltar lo atemporal del texto y, así, hablar de nosotros. De nuestro pasado y la memoria selectiva, de aquellos que enfrentaron las llamas y de aquellos que cerraron las ventanas. Del cómo cada decisión suma un ladrillo en la construcción de quien elegimos ser.



Resulta difícil destacar un elemento de la puesta en particular ya que todos y cada uno de ellos funcionan en hermoso maridaje. Desde la dirección impecable, pasando por las intensas actuaciones hasta el ideal marco formado por una escenografía tan maleable como metafórica y una iluminación dramática y cruda. Mis tres hermanas, sombra y reflejo es un espejo teatral en donde vale la pena mirarse.



Ficha técnico artística


No hay comentarios:

Publicar un comentario