domingo, 28 de febrero de 2016

“Encontrar el placer de las malas palabras” Sobre “Hijo de mil. Concierto de palabras putas"

“Encontrar el placer de las malas palabras”

Sobre “Hijo de mil. Concierto de palabras putas” de Pablo Finamore.

Por Carolina Rodriguero

El lenguaje que nos atraviesa, nos subjetiva, habla desde el cuerpo aunque la voz calle, habla y mira a los ojos, habla y traspasa al cuerpo de otros. Si somos dichos es porque las palabras pueden definirnos, nos adjetivan y para ello el uso y la costumbre nos ha llenado de buenas y malas palabras. Un ejemplo que enreda es el de la expresión puta, utilizada tantas veces como ofensa pero no en referencia a aquella mujer que cobra por sus servicios sexuales, la prostituta, sino para señalar a aquella mujer que goza, que siente placer con su cuerpo, con el sexo. Porque el sexo y la mujer también pueden ser malas palabras, y no hay que decir malas palabras, eso nos inculcan.


El unipersonal de Pablo Finamore es una versión libre de la novela La madre voluptuosa”, de Ariel Arango, en la que, a través de un repaso histórico sobre los vínculos entre sexualidad, sociedad y religión habla de traumas ancestrales que no dejan de actualizarse. Un repaso que también se hace presente en la puesta dirigida por Marcelo Nacci, para diluir la dicotomía madre virgen/madre santa en una categoría otra: la de madre voluptuosa, que enseña a sus hijos a gozar del amor.

Sesenta minutos teatrales de intensa sesión psicoanalítica que recrea y amalgama aquellas que el músico Gustav Mahler tuviera con Freud a raíz de sus problemas conyugales. Escuchamos su música y sus palabras para entenderlos/nos. En un juego de contrapuntos musicales dados por el acompañamiento del teclado, se oyen golpes de teclas que condicen con el estado de un paciente de cuerpo-pensamiento neurótico y atormentado, en contraposición a la melodía del psicoanalista. Una atribulada conducta de Mahler que pregunta y no ve claro en oposición a la verborragia (pero también la palabra justa) que introduce el analista.

Como público nos convertimos entonces, en testigos-partícipes de una hilarante (delirante) sesión en la que se desmenuza la palabra, en la que se desmenuza la historia. Nombrar sustantivos que usualmente concebimos como adjetivos para ir de la ideología al hecho, ¿qué significa todo esto para mí, querido Freud? El perverso límite entre el goce y el placer, asirse a la vida o buscar la pérdida en la repetición neurótica de la turbulencia. Un conflicto que se erige y encandila para atraer otros tantos. La esposa que es la madre. La traición que es el abandono del niño indefenso. Y ahí en el medio o rodeando, el arte (y el humor) como forma de aprehender el mundo, al otro y a uno mismo, con posibilidades ciertas de convertirse en obsesión impuesta a manera de aislamiento y que interrumpe la posibilidad de la comunión. ¿Un ser turbulento puede (re)encontrarse con su deseo?

La repetición del malestar queda manifiesta en la puteada, como forma de refuerzo para poder llamar las cosas “por su nombre”, el chiste que anima a hablar, el insulto que descarga libidinalmente tanta energía reprimida. Acostumbrarse q que la pregunta pueda no tener respuesta. Acostumbrarnos a sabernos hijos de puta.

Las funciones son los domingos y lunes a las 21 hs en el teatro “El extranjero”, con una puesta sencilla que permite estar en interacción con los elementos, con la estructura que lo acoge, con la arena que juega con la música, las partituras caídas y el sombrero, que es también testigo, también partícipe.

Ficha técnica.

Director: Marcelo Nacci 
Autor: Pablo Finamore 
Actúan: Pablo Finamore  
Vestuario: Alejandro Mateo 
Diseño del espacio: Alejandro Mateo 
Asistencia de dirección: Agustín García 
Música: Joaquín Segade 
Producción ejecutiva: Carolina Sanchez 



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