El vacío es un lugar que puede incendiarse, sobre Fuego todo
de Jorge Eiro.
Por Gabriela Pignataro
Celebrar un
desguace, bajo las sombras de las guirnaldas de lo funesto. ¿Cómo brindar con
la copa llena, en advenimiento del vacío?
Mientras
aguardamos en el espacio que antecede a la sala, nos sorprende con maquillaje corrido y caras
transpiradas, el desaliño de un fin de fiesta que tiene un dejo amargo en los
gestos de los protagonistas. Un hombre recuerda con melancolía cuando en ese
galpón, ahora vacío, se acudía a la génesis mecánica de una industria: la
producción de máquinas embaladoras en manos de los trabajadores. Sus compañeras
(intentan) animarlo, con el esfuerzo de estar empujando una fuerza invisible
pesada que lo humedece todo. Un fuera de
campo que epiloguea, una advertencia: la fábrica supo ser una familia. Y todo
indica que los vientos han cambiado. Y no a favor.
Algo se tensa en
el ambiente, el dibujo de lo incendiario. La fiesta termina mal, entre los
enredos particulares, los rechazos y la estampida colectiva: un estruendo
proviene de la oscuridad, el caos es una forma de ordenar los principios de una
tragedia singular que exorciza las partes del todo.
Asistimos al
espejo de nuestros días, que es a su vez, la réplica del vertiginoso caimán
neoliberal que a dentada limpia desgrana (y ha desarmado) el corazón de lo
común: los vínculos solidarios, de red y sostén se hallan indudablemente
vapuleados por la hincada del reptil.
Una empresa
mediana, de fondos familiares, que supo ser hogar para sus trabajadores,
transforma su cotidianeidad al fusionarse para dejar de producir maquinaria y
en cambio, importar. El resultado de la mixtura degradante son compañeros
cesanteados y alteraciones en la flora y fauna de ese universo que llamamos,
oficina. Roles que se superponen, competencia, despotismo y temor: cualquiera
puede ser el próximo.
La tendencia
biologicista se manifiesta: hay quienes se fortalecen a costa de debilitar a
otros, para sobrevivir la coyuntura, hay quienes intentan equilibrar el
ecosistema, hay quienes, se juegan su ética ante la dominación: no caerán
aunque aquello, les valga perecer.
Fuego Todo, compone de manera estratégica la
postal de un vaciamiento, evidenciando las tramas subjetivas, latentes que
erupcionan en la crisis. Con una naturalidad asombrosa, convincente y no por
ellos, desprovista de sorpresa, ritmo y el tono locuaz, ávido y fluido de los diálogos, nos lleva sin
fichar a los ardides cotidianos de las oficinas, que pueden tornarse en
agitados océanos plagados de tiburones buscando morder la presa posible. El
esqueleto invisible y punzante de la dominación, de la que participamos alguna
vez corriendo por nuestro pellejito, o mirando hacia la ventana cuando la
máquina comienza a sangrar.
El despliegue
escénico, amerita resaltar el ingenioso uso de los espacios en la construcción
de capas de sentido, distancias focales para el desarrollo dramático: la escena
y sus post- escenarios que funcionan como anticipos, insights de algo que
vendrá, tentando al espectador a ampliar su atención, provocando la sensación
de que algo está creciendo detrás y será imposible, detenerlo.
En un tono de
humor y sarcasmo, no deja de destellar pequeños momentos de profunda intimidad
en medio de la debacle y la vorágine: el roce de una mano con otra, la
intensidad de algunas miradas que desvían la inercia de los otros, formas de
transcurrir el incendio.
Cuál es el llamado
de lo común, quiénes son tus compañeros, qué banderas levantás, cómo recomponer
este vacío. Preguntas. Y más que preguntas, las sentencias de nuestros
recuerdos. La herencia del trabajo como un yugo y el campo de batalla, de todos
los derechos.
"Sabemos
compañeros que la mejor manera de enfrentar este atropello es estar unidos,
porque ellos (los patrones), si que lo están. Y buscarán todas las maneras para
que nosotros nos dividamos y no nos enfoquemos en el objetivo que es uno:
pensar cómo les ganamos esta pelea"
¡Trabajador que
lucha no está solo!
Ficha
técnica
Dramaturgia: Jorge Eiro, Pablo Elías
Quiroga
Actúan: Perla Alvarez, Lisandro Armas,
Maria Fernanda Benavides, Mariana Bruno, Javier Goya, Rosana Lamanna, Emiliano
Lamoglie, Leandro Lara, Cecilia Lucas, Jorge Noguera, Luz Panizzi, Julián
Perez, Rocio Perez Silva, Beatriz Rajland, Manuela Sánchez Almeyra, Lucio
Santilli, Georgina Serafini
Vestuario: Manuela Sánchez Almeyra,
Georgina Serafini
Escenografía: Estefanía Bonessa
Diseño de luces: Rocío Caliri
Fotografía: Matías Alvarez, Laureano
Cavs, Luz Soria
Diseño gráfico: Romina Juejati
Prensa: Octavia Gestión Cultural y
Comunicación
Producción: Luz Panizzi, Rocio Perez
Silva
Dirección: Jorge Eiro
TIMBRE 4
México 3554 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires -
Argentina
Teléfonos: 4932-4395
Web: http://www.timbre4.ccom
Entrada: $ 200,00 - Viernes - 23:30 hs
- Hasta el 28/07/2017
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