martes, 1 de marzo de 2016

Ellos. Sus cuerpos. Sobre “Los cuerpos” de Federico Fontán y Ramiro Cortez.

Ellos. Sus cuerpos.
Sobre “Los cuerpos” de Federico Fontán y Ramiro Cortez.

Por Carolina Rodriguero



Un espacio vacío, en silencio, y unos cuerpos de hombres, unos cuerpos animales que aparecen con luz verde para habitarlo, generando otro cronotopo poiético. La necesidad que tiene el cuerpo de poder ser expresado en palabras, de poder ser dicho, no alcanza, entonces el cuerpo se manifiesta, se despliega, se tensa y cae, en ese momento de movimiento instintivo que tienen los animales ante el peligro. La conmoción del riesgo. El contacto del detalle. Es este el momento de atravesar con palabras esos cuerpos, porque ellos nos hablan de otra manera: dicen en la fricción de la piel, en los ruidos que se producen con el choque de sus torsos.

Federico Fontán y Ramiro Cortez nos embelesan con su fascinación por el acontecimiento que incitan a crear. Son cuerpos brutalmente tumultuosos y eróticos, turbulentos en la energía y en el devenir del movimiento. Más que ellos son sus cuerpos, algo de la reacción ancestral, salvaje de los caballos, de los hombres y sus bestias. Y el contacto, allí para el frío, para el calor, qué hacer con cuánto menos lenguaje. La posibilidad de adentrarse en otros lenguajes y transitarlos de la misma intensa manera. Este otro lenguaje: el de los ruidos, las entonaciones, la respiración y el silencio, hasta los ruidos de las articulaciones participan porque a través de ellos, los intérpretes se escuchan en ese silencio inaugural, la necesidad del ruido, la necesidad del sonido aurático del cuerpo en el éxtasis de la experiencia. Sonidos de movimientos plásticos, de movimientos precisos en su inherente oscilación para llegar al equilibrio.

La danza fundida en la música de Martín Minervini hace una poética de la pura presencia. La idea del eterno retorno en las secuencias repetitivas tiende a generar esa especie de trance, secuencias  similares a los mantras que a través de la voz  nos introducen en un momento otro de lo cotidiano, produciendo ese encantamiento del que tanto nos ha hablado Artaud y en el que la carne también se expresa.

Surge en escena lo que parecerían ser accidentes que, muy bien coreografiados, generan esa necesidad del contacto para danzar, sin el otro un cuerpo no podría hacer lo que hace. Entramados por las piernas, queda como producto una ilusión óptica simple y eficaz: torsos como maniquíes apoyados lateralmente en el piso, despiertan para reconocerse en esas piernas continuamente activas pero que no vemos, y la contradicción, la oposición que aparece, binarias combinaciones en que pueden intrincarse esos cuerpos. La unión de dos partes de dos cuerpos, inferior/superior, desnudo/vestido, beso/rechazo, arriba/abajo y tantas más.

Ciro Zorzoli, quien realizó la tutoría artística de esta labor creativa dirigida por los mismos intérpretes, ha hablado del compromiso de los artistas con ellos mismos y con sus deseos como creadores, partiendo del ensayo y el error, de la incertidumbre, de la crisis, del accidente. Cuerpos en conflicto son cuerpos críticos, son cuerpos políticos. Es el enfrentamiento el que genera la mutación de estos dos cuerpos  en una sola masa, un poco hombres, un poco bestias.


Ficha técnico artística:

Intérpretes: Ramiro Cortez, Federico Fontan
Músicos: Martin Minervini
Vestuario: Alejandro Mateo
Iluminación: Paula Fraga
Fotografía: Ignacio Cángelo
Asistencia general: Virginia Pérez Leiva
Dirección: Ramiro Cortez, Federico Fontan