jueves, 4 de agosto de 2016

Mostrame tus miserias, mi amor. Sobre “Los que fueron a la fiesta. Opereta”

Mostrame tus miserias, mi amor
Sobre “Los que fueron a la fiesta. Opereta” de Sol Rodríguez Seoane

Por Gabriela Pignataro


¿Cuánto tiempo se guarda un secreto? ¿Hay simulacros convenientes? Una adolescencia compartida en tardes al sol en el club de barrio, un juego de recuerdos en contrapunto: los cuerpos que se desearon antes ahora están lejos y tocan otros besos. La nostalgia detenida, la melancolía de lo que no ocurrió, la lengua mordida de lo callado. El pasado es una gema que silencia su brillo con el polvo de los años y los caminos que se abren de las geografías compartidas donde planeó el deseo.

Pero algo agita el tintero y todas las partículas decantadas, que permanecían invisibles vuelve a la superficie, como cáscaras de algo que el agua se tragó y lo devuelve: una fiesta de casamiento, hace un agujero en las horas y la dimensión presente se pierde por un rato. Los fantasmas adolescentes retornan en cuerpos  afilados por el tiempo, el amor y el dinero.
El éxtasis del carnaval se hace presente, y no hay quien resista a perder el borde, a entregar sus máscaras en una danza  donde la pista de baile se convierte en un ring de boxeo. Eros y Tánatos, cachetada y  roce, trompada y apriete.

El simulacro de las apariencias se resquebraja, los trapitos al sol se cuelgan de noche en un tendal de romances y miserias. Los carneros y lobos quedan de frente y las mosquitas muertas zumban en torno. Encontrarse en esa maroma de recuerdos es un espejo peligroso para todos.


“Los que fueron a la fiesta” satiriza con estridencia y voluminosidad las relaciones humanas: la amistad, la hermandad, las exigencias de la vida de a dos, los proyectos, el éxito. Clava un dardo en las imágenes brillosas de una felicidad inmutable: esa postal de sonrisas de caras estiradas y miradas que quieren disparar como serpentina carioca.

La metaficción de las fiestas, la puesta en escena para una noche única y perfecta, que cabalga sobre un animal pesado y furioso.

Los actores manifiestan su plasticidad tanto dramática como musical: la obra es una caja de música de intensidades y  dramatismos, de personajes que se desmoronan y re-ordenan en otras fuerzas a lo largo de la misma, atravesados por las canciones que impactan por sus exquisita narratividad y no por ello menos atractivas y pegadizas.
La estereotipia de roles (la novia, el líder, la pasada) se deforma y devela un profundo conflicto seductor: nadie es lo que parece.

Hacia el final de la fiesta cuando la luz de la mañana, como osamenta al aire de una bestia atrapada, ilumina  los restos, se revela lo mejor: los rostros transpirados son un caos hermoso, como el amor.

Ficha técnico artística

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