sábado, 5 de noviembre de 2016

Persistir como el mar.
Sobre Qué azul que es ese mar de Eleonora Comelli.

Por Jazmín Cañete

Vemos filmaciones caseras de Héctor y Ana. Las primeras salidas, las risas, los besos,

las vacaciones. Héctor sigue de cerca los avances de la tecnología audiovisual: a lo

largo del corto lo vemos filmarse junto a Ana con distintas videograbadoras que

evolucionan a medida que pasa el tiempo. En eso pienso a lo largo del video: en el

paso del tiempo. Lo veo en los aparatos, lo veo en los cuerpos de los protagonistas, en

los lugares y las modas. También pienso en la necesidad que tenemos de registrar

nuestras vidas: a las personas que nos acompañan, lo que pensamos, lo que sentimos,

lo que vemos, lo que comemos. Y en qué pasa con ese desmesurado archivo personal

que abastecemos sin parar por esa necesidad de dejar registro. Tal vez no volvemos a

él con mucha frecuencia o, directamente, dejamos que lo cubra el polvo. Que azul que

es ese mar, de Eleonora Comelli, es una respuesta posible a qué hacemos con todo

esto, con el paso del tiempo y lo que (nos) deja.





Son cuatro intérpretes en escena –Matias Etcheverry, Laura Figueiras, Roberto

Dimitrievich y Stella Maris Isoldi–, dos de unos treinta años y dos de unos sesenta. Sus

vestuarios evocan los que se usaban en la época de las grabaciones de Héctor y Ana y

sus tonalidades son las del azul del ambiente, creado por la iluminación y la

escenografía –un panel con una abertura sobre la que está pintado el mar y unas

palmeras–. La danza de los cuatro es un conjunto de pruebas de relaciones posibles

combinando edades y géneros: se manipulan unos a otros, se mueven al unísono, se

rechazan, se aman, desaparecen y reaparecen por el mar del fondo.



Antes que nada, el tiempo se manifiesta hecho carne, en los cuerpos de los

intérpretes, sus diversos tonos y maneras de moverse. Luego, el problema del tiempo

se elabora a partir de un juego de superposición y desdoblamiento presente-pasado/

presente-futuro: entre la escena y las filmaciones caseras, por un lado; y entre la

pareja de treinta y la de sesenta, por el otro. Mientras veo bailar a los intérpretes,

unificados por un mismo vestuario para los hombres y otro para las mujeres, pienso en

el encuentro de los “yo” del pasado con los “yo” del presente, o los del futuro.

Nuestros cuerpos presentes contienen a los que fuimos tanto como contienen el

germen del que seremos.

En la sucesión de imágenes y climas que despliega la obra hay algo nostálgico, o tal vez

sea el tema que me conmueve en la butaca. “Es injusto”, dice en off la voz de Héctor

refiriéndose a la relación de los registros con la experiencia vivida. De sus

declaraciones también me queda dando vueltas la palabra “deterioro”. Efecto

ineludible del tiempo, el deterioro: de los cuerpos y de sus legados. Quizás sea

justamente esa fatal certeza la que desata nuestra necesidad inherente de narrarnos,

de capturar los momentos, de construir memoria, o de hacer algo con todo eso. Como

una obra que, entonces sí, perdure.


Este espectáculo formó parte del evento: Selección Obras de teatro CABA 2015
Este espectáculo formó parte del evento: 10 FIBA - Festival Internacional de Buenos Aires
Duración: 55 minutos