Persistir como el mar.
Sobre Qué azul que es ese mar de Eleonora Comelli.
Por Jazmín Cañete
Vemos filmaciones caseras de Héctor y Ana. Las primeras salidas, las risas, los besos,
las vacaciones. Héctor sigue de cerca los avances de la tecnología audiovisual: a lo
largo del corto lo vemos filmarse junto a Ana con distintas videograbadoras que
evolucionan a medida que pasa el tiempo. En eso pienso a lo largo del video: en el
paso del tiempo. Lo veo en los aparatos, lo veo en los cuerpos de los protagonistas, en
los lugares y las modas. También pienso en la necesidad que tenemos de registrar
nuestras vidas: a las personas que nos acompañan, lo que pensamos, lo que sentimos,
lo que vemos, lo que comemos. Y en qué pasa con ese desmesurado archivo personal
que abastecemos sin parar por esa necesidad de dejar registro. Tal vez no volvemos a
él con mucha frecuencia o, directamente, dejamos que lo cubra el polvo. Que azul que
es ese mar, de Eleonora Comelli, es una respuesta posible a qué hacemos con todo
esto, con el paso del tiempo y lo que (nos) deja.
Son cuatro intérpretes en escena –Matias Etcheverry, Laura Figueiras, Roberto
Dimitrievich y Stella Maris Isoldi–, dos de unos treinta años y dos de unos sesenta. Sus
vestuarios evocan los que se usaban en la época de las grabaciones de Héctor y Ana y
sus tonalidades son las del azul del ambiente, creado por la iluminación y la
escenografía –un panel con una abertura sobre la que está pintado el mar y unas
palmeras–. La danza de los cuatro es un conjunto de pruebas de relaciones posibles
combinando edades y géneros: se manipulan unos a otros, se mueven al unísono, se
rechazan, se aman, desaparecen y reaparecen por el mar del fondo.
Antes que nada, el tiempo se manifiesta hecho carne, en los cuerpos de los
intérpretes, sus diversos tonos y maneras de moverse. Luego, el problema del tiempo
se elabora a partir de un juego de superposición y desdoblamiento presente-pasado/
presente-futuro: entre la escena y las filmaciones caseras, por un lado; y entre la
pareja de treinta y la de sesenta, por el otro. Mientras veo bailar a los intérpretes,
unificados por un mismo vestuario para los hombres y otro para las mujeres, pienso en
el encuentro de los “yo” del pasado con los “yo” del presente, o los del futuro.
Nuestros cuerpos presentes contienen a los que fuimos tanto como contienen el
germen del que seremos.
En la sucesión de imágenes y climas que despliega la obra hay algo nostálgico, o tal vez
sea el tema que me conmueve en la butaca. “Es injusto”, dice en off la voz de Héctor
refiriéndose a la relación de los registros con la experiencia vivida. De sus
declaraciones también me queda dando vueltas la palabra “deterioro”. Efecto
ineludible del tiempo, el deterioro: de los cuerpos y de sus legados. Quizás sea
justamente esa fatal certeza la que desata nuestra necesidad inherente de narrarnos,
de capturar los momentos, de construir memoria, o de hacer algo con todo eso. Como
una obra que, entonces sí, perdure.
Ficha técnico artística
- Idea:
- Eleonora Comelli
- Intérpretes:
- Roberto Dimitrievich, Matias Etcheverry, Laura Figueiras, Stella Maris Isoldi
- Escenografía:
- paula molina
- Iluminación:
- Ricardo Sica
- Diseño sonoro:
- Ulises Conti
- Realización de video:
- Pablo Pintor
- Música original:
- Ulises Conti
- Prensa:
- Debora Lachter
- Producción general:
- Eleonora Comelli
- Dirección:
- Eleonora Comelli
Este espectáculo formó parte del evento: 10 FIBA - Festival Internacional de Buenos Aires
Duración: 55 minutos
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