“Extrañas
son las cosas que alguna vez estuvieron cerca”
Sobre
“Dos, una desconexión” de Pablo Bellocchio.
//
Dos aviones se cruzan
en
el mismo punto
luego
se desplazan
equidistantes
de
la misma manera
en
que algunos
nos
encontramos
en
la ordenada al origen
para
darnos lo mejor
y
después avanzamos
en
la misma sintonía
pero
en
coordenadas opuestas//
El pasado es un salón
dorado que a la luz del presente muestra los huecos donde el sol doblaba sin
destellos, los bordes filosos de las cosas.
¿Cuántas vidas caben en un nombre? ¿Qué sucedería si pudiéramos
poner a bailar delante de nuestros ojos muchos de los que fuimos hasta romper
los reflejos?
Dos-Una desconexión-
hace los pases para un artilugio: detiene el tiempo en una zona especular y
hace caber en él todas las variables que proyectan el algoritmo de un amor.
Construir
múltiples temporalidades en el espacio, es acaso tal vez, uno de los
procedimientos escénicos más complejos de llevar a cabo con sutileza y atinados
grados de superposición. El amor, ese gran animal multiforme, presta su materia
y se presenta en un modelo para desandar. Ese animal incorpóreo contiene toda
la esencia y el tiempo de la relación entre Claudia y Miguel; el cuál como un
haz de imagen traslúcida pasa a través del cristal de lo escénico y en un
living atemporal, se refracta.
Se
nos trae el eco de lo que fue. La reverberación que aún rebota enloquecida en
las paredes de una casa, donde una mujer detenida en el fango de la espera,
aguarda que la voz del otro atraviese la demora de un teléfono que no suena.
Ella, la mujer del ahora, muestra los signos del desencuentro: las ojeras, el
pelo desgreñado, la misma ropa de días. Y un cierto temblor en la voz que se
esconde en el grito, rehúye y queda atrapado en el gesto mudo. Ella será la
vigía de su propia memoria, la pitonisa que recuerda a destiempo las
advertencias.
Años
atrás (y al mismo tiempo) Claudia y Miguel fueron químicos en reacción.
Combustión. Embeleso. El paso firme de Claudia, su locuacidad y frescura se
enredaron con la quietud de Miguel, su desprolijidad romántica al borde del
descuido y su timidez. Los vemos temblar antes del primer beso y también
después, la ecuación de sus elementos se convierte en una mezcla ignífuga y
combustible al mismo tiempo.
Hacen
hogar anclando en los pilares de la ambivalencia: la casa temblará y signados
por el sismo que subyace, levantan las paredes de la relación de manera
discontinua. Ladrillo sobre ladrillo, zonas sin cimentar, la fragilidad de lo
que permanece a ciegas que ante el primer sacudón dejará escombros.
Los
vemos levantar los libros, mudar las cosas de lugar, tirar de la cuerda y ceder
ante un recuerdo dulce, pequeñas zonas de descanso. Oasis en un desierto que
crece progresivamente entre los descuidos de Miguel, la sensación de derrumbe
de Claudia.
La
gimnasia del recuerdo nunca es ordenada, entonces ahí van ellos, una pareja
desdoblada en dos hologramas, una centinela que recuerda: cinco puntas de una
figura irregular que cambia su forma en las tensiones de sus enlaces.
El
cuerpo amoroso del primer fuego cruza la zona de riesgo como una ráfaga, la
pasión queda a marea baja después una oleada violenta. Miguel cruzó ciertos
límites, su elemento se rompió en la sombra más frágil de Claudia.
Dos, una desconexión, investiga sobre los ritmos
multiformes de una relación, sus conjunciones y disociaciones; tal vez
intentando responder ¿Cuando fué que dos
extraños tomaron nuestro lugar y hablaron por nosotros? ¿Cuando fuimos
nosotros, los otros de pie a aguas desconocidas?. Claudia y Miguel parecen
llevar dentro la incógnita y también la respuesta, giran la moneda que a veces
responde cruz o cara.
De
manera ambiciosa la obra lleva adelante efectivas operaciones de composición y
re-situación del tiempo en un único espacio de uso común, ambiente que se
altera con el paso de la relación y no por sí mismo. Las marcas son dejadas por
quienes lo habitan. En una madeja de puntos desperdigados en la historia nunca
estamos del todo en un sólo tiempo: es el presente en el pasado y el pasado en
el presente, cruzados pero no enredados nos permite componer la manta corta que
cubrió la extensa cama que acabó por dejar a ambos a la deriva de su propio
costado.
Los cinco actores se
desplazan en una escucha permanente, sus cuerpos y el texto hacen sentido en un
mosaico que se compone por montaje para dejarnos de frente al gran mural final:
//Lo mismo que nos une
también
puede separarnos
hay algo
que no depende de mi voluntad
y eso a veces
me asusta un poco//
Ficha
técnico artística
Dramaturgia: Pablo Bellocchio
Actúan: Nicolás Dezzotti, Malena López, Catalina Motto, Sheila
Saslavsky, Maximiliano Zago
Vestuario: A&m Realizaciones
Escenografía: A&m Realizaciones
Diseño de luces: Lucas García
Diseño gráfico: Rodrigo Bianco
Asistencia de dirección: Rodrigo Bianco
Producción: Lascia Colectivo De Trabajo
Dirección: Nicolás Salischiker
Web: https://www.facebook.com/dosobrateatral/
Duración: 60 minutos
ESPACIO POLONIA
Fitz Roy 1447
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