jueves, 28 de julio de 2016

El campo, los cuerpos y un fuego silencioso que todo, lo devora. Sobre El Familiar de Gabriel Fernández Chapo

El campo, los cuerpos y un fuego silencioso que todo, lo devora
Sobre El Familiar de Gabriel Fernández Chapo

Por Gabriela Pignataro

Un Tucumán en llamas, mucho antes de arder, nos tracciona desde un presente impreciso hacia principios del siglo XX. En los ingenios azucareros, lo dulce se vuelve veneno, bajo el yugo explotador de los patrones y capataces que ejercen dominación en una perversa dialéctica de persecusión y la sugestión. El látigo del poder repica con varias lenguas: los aprietes y amenazas y la edificación del terror invisible: el mito de El Familiar. Una bestia sin cara, con sombra, y riestra de sangre a su paso, que chupa a la disidencia obrera hacia la zona del no retorno.
La obra, como un espejo circular, nos refleja las caras dolientes de una familia campesina atravesada por la tragedia a través del tiempo, desde 1930 hasta las espectralidades de la dictadura. Una genealogía de hombres animados por el espíritu de la rebelión y de mujeres eyectadas a la espera, el descuerpe y la silenciosa resistencia.


La voz que testimonia, sobrevive los fuegos y desde una silla a la vera de una luz tenue, nos narra añejada y parsimoniosa las estacas en el cuerpo familiar.
Ella ha sido la niña, la esposa y la madre que creció al pie del abismo del eco de El Familiar, que voraz y hambriento “se come” a los hombres de tres generaciones que levantan su puño en las narices de los opresores de cada época.
Anarquistas, peronistas y comunistas, ismos de cuerpos que desaparecen en las garras humanas del mito, succionados a la evanescencia de la desaparición.
La historia familiar como condensación de un país y sus terrores, micromundo de heridas, de lucha y de espera; se construye aquí en punzante relato dramático habitado con intensidad y sutileza bajo una poética de una memoria que al nombrarse se ilumina.

“El Familiar” de Fernández Chapo es una obra de luces y sombras, de espejos que se reflejan unos en otros, donde las voces y los recuerdos entran y salen;y en la evocación, se reconstruyen. Una familia que se sesga, se parte, se lacera. Una familia que es, todas las familias del gran tejido de la memoria.
La obra, nutrida de viscerales actuaciones que se desdoblan, reencarnan una y otra vez en un falso deja vu de lo tortuoso y con una puesta sencilla pero pregnante donde cada objeto presente condensa en sí el mundo circundante; compone así una atmósfera sensible que atravesada de zambas en vivo, trasladan sensorialmente al espectador a una geografía de aire caliente, de ojos que rehuyen, de puertas que abiertas pero sin llave, esperan.
La fuerza del intento de encender candiles que iluminen las fábulas siniestras, alas de cuervo que escondieron los crímenes adheridos a las botas de los totalitarismos, la sombra de los sacos militares agriando toda cosecha a su paso.
Y la vigencia de la denuncia: los casos de lesa humanidad que no soleó la justicia se hermanan con los actuales reclamos salariales y pedidos de visibilidad de las recientes represiones a los trabajadores en Ledesma.
Lo dulce es un veneno, cuando  es cosechado con sangre.


Ficha artístico técnica:
Autor:  Oscar Vázquez
Elenco:  Vivi Vázquez; Marcelo Vilaro; Lautaro Álvarez y Pablo Mounier.
Prensa:  Simkin & Franco
Asistente de dirección:  Natalia Lagos Córdova.
Dirección:  Gabriel Fernández Chapo.
Obra ganadora por la 10° Edición de “Teatro x la Justicia”. El   Ciclo “Teatro x la Justicia”  nace en el año 2007, a partir del encuentro de teatristas que coinciden en la intención de poner en el centro de la escena la Justicia y los Derechos Humanos, manifestándose en ese sentido.




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