Hasta el título, Siempre!
Por Valeria Arévalos
Una estudiante de Sociología se
dispone a rendir su último final. La familia aguarda expectante la salida de la
licenciada, en sus manos bailan generosos regalos: un auto, un viaje con todo pago,
muestras del orgullo que provocan los resultados. Irrumpe el bochazo y tras él,
sin poder mediar palabra, la lluvia de huevos y harina. ¿Qué hacer cuando un
paso en falso nos enfrenta a la desilusión, propia y ajena? En el caso de Manos libres, de Alejandro Lifschitz,
este mal momento individual sirve de excusa para que la maquinaria social se
ponga en marcha ya que en vez de retomar los libros y apostar a la segunda
fecha, esta estudiante, tan avanzada como poco aplicada, decide contratar mano
de obra para que lo haga por ella y, llegado el día, le "soplen". Es ahí cuando entra en escena el personaje
de Fernando, militante estudiantil de una agrupación de dos personas, que
aprovecha esta ocasión para llevar la ideología marxista a un grupo de trabajadores
de un supermercado.
La obra funciona como un
metamensaje ya que, mientras los empleados del súper son aleccionados sobre el
camino hacia la revolución comunista, también lo es el espectador. El humor
como catalizador de ideas. Concreto y franco humor que es recibido en la platea
con sinceras risas de complicidad. Lo austero de la escenografía se complementa
con la abundancia de recursos interpretativos de todos los actores, que, de
manera muy pareja aferrados a distintos estereotipos, sostienen el dinámico
devenir de la trama hasta su inevitable y tragicómico final.
Ficha técnico
artística
Luis Viale 108 (mapa)
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
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