jueves, 2 de mayo de 2019


Siempre el agua nos queda del otro lado
Por Valeria Arévalos

Inspirada en la novela Redoble por Rancas del escritor peruano Manuel Scorza, Las guerras invisibles de Julieta Grinspan nos presenta a un pueblo que de la noche a la mañana se vio cercado y privado del acceso a la fuente de agua. Como esas luchas que se sienten lejanas pero que están más cerca de lo que parece, como esa avanzada constante del poder y el dinero por sobre la dignidad humana.


 Para contar esta historia, la dramaturga y directora elige (no podía ser de otra manera) la estética brechtiana que tan bien maneja. De este modo, por ejemplo, a través de canciones, textos proyectados en la pared y el relato en voces de las actrices y del narrador, logra ese distanciamiento necesario para alejarnos del devenir poético y sumirnos en la reflexión. La presencia de una cajita de fósforos en el público refuerza el mensaje que parece querer gritar: “¡en frente nuestro hay gente sufriendo! salgamos a quemar todo”.



Capítulo aparte merece el dispositivo escénico apoyado en un carrito lleno de “ninguneses” que recrea un sinfín de imágenes y ambientes. En el arte de crear espacios, la Compañía El Nudo es experta. Ese carro, que circula con banquitos, veletas y paraguas, lleva a cuesta mucho más que una vida en objetos, arrastra el peso del pasado, la impotencia del hoy y la inminencia de un no-futuro. El constante movimiento de ese carro acompaña el de las actrices que no se detienen a mirar el desastre impávidas y con brazos cruzados, sino que, muy por el contrario, avanzan hacia una lucha desesperanzada pero inevitable.


Ficha técnico artística


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