Los detalles siniestros
Sobre Mala Madera de Diego Cremonesi
Por Gabriela Pignataro
Basta con velar un pequeño detalle, para tejer un manto de oscuridad. ¿No es acaso la lógica del ocultamiento sutil, una estrategia para la confabulación?. Una imagen negada que se desplaza al cuarto oscuro del recuerdo, deja una riestra de huellas invisibles pero que laten, como el corazón de una bestia que hiberna.
Los días son lentos y repetitivos en un pueblo hundido en la aridez de la Patagonia, emprolijados en la ritualidad de la fé metodista, se vuelven densos en los cuerpos de un carpintero y su mujer. Sin sobresaltos aparentes, una atmósfera de presunta calma cubre la superficie de las cosas y las caras.
La obra nos lleva a un terreno de la observación sutil. En escena, cada fallido, cada equívoco, cada palabra sobrante son como las rebarbas de una pieza de madera: efectos de lo ominoso que los habita, perversidad a ser eliminada.
Cada pieza de madera bruta tiene su ritmo para devenir objeto, los secretos también.
La relación matrimonial triangula en un extraño vínculo con Mariano, el parco ayudante de la carpintería que vive en su terreno en una piecita. Acontece entre ellos una relación opaca que deja traslucir cierta sobreprotección maternal confundida en caridad.
Su estática rutina se desborda con la llegada de Maxi el hermano de ella que va desde Buenos Aires; que como un hachazo al árbol caído, empujará a la hoguera de lo indecible todo el polvo que se oculta detrás de las puertas.
La fábula de la calma campesina tambalea en la cuerda floja de los vínculos familiares y la segregación de aquél que es un otro: la figura de Maxi pone en riesgo el lugar de Mariano, en ese falso paraíso perdido. Y ya nada será como fué.
Mala Madera labra con precisión y sin pretensiones de grandilocuencia, el periférico paisaje de campo y sus pequeños infiernos. Con un relato de ritmo sostenido y progresivo, los actores alcanzan puntos de climax de plena potencia dramática. Cada cuál tirará de su hilo, casi pisándose los ropajes, deshilanchando así la perfecta postal de la felicidad atribulada. Sólo hace falta un desliz, un balbuceo equivocado, para encender la chispa que propague el incendio. Y entonces allí sólo allí, alguna mano removerá los restos en las cenizas.
Con una puesta en escena impecable, la obra se abre como una maqueta en miniatura, que en su escala del mundo guarda el amor imperfecto de las cosas.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Diego Cremonesi
Actúan: Federico Aimetta, Jorge Eiro, Felicitas Kamien, Eduardo Pérez Winter
Iluminación: Adrian Grimozzi
Ambientación: Cecilia Orsini
Diseño sonoro: Diego Cremonesi, Juan Zurueta
Realización de escenografia: Juan Zurueta
Video: María Victoria Andino, Susana Leunda
Fotografía: María Victoria Andino, Susana Leunda
Diseño gráfico: Ricardo Baldoni
Asistencia técnica: Enrique Lunazzi
Asistente de producción: Susana Leunda
Asistencia de dirección: Juan Zurueta
Producción general: Juan Zurueta
Supervisión dramatúrgica: Walter Jakob
Dirección: Diego Cremonesi
BECKETT TEATRO
Guardia Vieja 355
Capital Federal-Buenos Aires- Argentina
Domingo - 18:00 hs - Hasta el 25/09/2016
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